La
muerte de las flores
Unas flores inválidas y azules se desvisten en el
florero
con suaves movimientos de arabesque abandonan sus cabezas
bajo la cadenza de alguna brisa que entra sutil por la ventana.
Entonces ellas, las ahora marchitas,
/ abandonan sus pétalos uno a uno.
Como en La muerte del cisne,
las flores entraron en escena sólo para ofrecernos
la magia de su muerte.
Ellas, las que conocieron la libertad del viento
/ y la fresca travesura
de la lluvia,
las que durmieron palpitando bajo un techo de estrellas,
pequeñas pávlovas de florero
“Tout son col secouera cette blanche agonie”
/dirá Mallarmé en el poema.
Ellas inician su último gesto de abandono,
se inclinan,
y dejan sus pétalos sobre la mesa.
María Amelia Diaz
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