de "Diario de la lluvia" (en edición) María Amelia Diaz
Como
un brebaje oscuro
la
tarde se derrama sobre el jardín del fondo de la casa,
ya
no hay sino el agua que restalla su látigo de lonjas turbias
para
castigar las espaldas de la tierra.
Los
pobres lirios que hoy entreabrieron su vestido azul,
deseosos
de asistir a la fiesta del día
donde
se alzarían como monjes de zafiro vueltos hacia el cielo,
se
ofrecen al sacrificio si emitir un grito.
En
el silencio de la tarde
ya
no hay sino lo oscuro,
y
la lluvia,
que
ahora travestida en granizo
clava
en los pétalos azules de los lirios sus temibles uñas de hielo.
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